07.03.2013 | 01:12
Carlo Cicchella Tarín
La imagen que remonta al sueño de Nabucodonosor refleja perfectamente lo que es el Valencia actual: Al mismo tiempo grande y frágil. Grande por poseer una marca comercial muy potente y unos activos inmobiliarios valiosísimos; y frágil por la constante mediocridad de sus gestores y por la losa de su deuda. Valencia C.F. es la marca de uno de los cuatro grandes equipos del futbol español, y de los dieciséis más importantes de Europa; sus colores y su escudo arrastran e ilusionan a una multitud de aficionados.
Todo esto la convierte en un logotipo capaz de generar mas de 100 millones de ingresos, entre derechos de televisión, premios por competiciones, patrocinios, merchandising y ticketing. Y el Valencia S.A.D. posee en su Balance el mejor solar urbano de una de las principales capitales de un Estado, cuya economía está entre las catorce mas desarrollada del planeta; y unos terrenos ubicados en el cruce de dos de las principales arterias viales de la Comunidad.
Activos que pueden ser colocados en el mercado una vez finalizado el nuevo estadio y la nueva ciudad deportiva. El Valencia es un gigante debilitado por demasiadas gestiones mediocres, que no han sabido sacar rendimiento a su gran potencial económico y deportivo, y por demasiados gestores que, por narcisismo y egocentrismo, lo han atado a estructuras impropias, fuera de cualquier logical y ajenas a cualquier manual de economía; y que le han cargado sobre sus espaldas el peso de una deuda tan enorme que ha terminado por saturar de ácido láctico sus musculos de campeón.
Nuestro club no necesita falsos mecenas foráneos que le saquen las castañas del fuego a quien, indebidamente e imprudentemente, se ha metido a fondo donde no debía ni arrimarse.
Nuestro equipo no precisa, para poder sobrevivir, de Dalport o Alvarado, ni de jeques, magnates, caciques o cualquier otro de estos fantasiosos personajes. ¿Por qué mirar tan lejos para encontrar la solución? ¿No cuenta Valencia con las competencias suficientes? ¿No es aquí donde radican el amor de los aficionados y la fuerza del escudo? Esas son las vitaminas que permitirían al VCF sostenerse sobre bases mas firmes. Lo otro no son mas que potingues de hechiceros.
Todo esto la convierte en un logotipo capaz de generar mas de 100 millones de ingresos, entre derechos de televisión, premios por competiciones, patrocinios, merchandising y ticketing. Y el Valencia S.A.D. posee en su Balance el mejor solar urbano de una de las principales capitales de un Estado, cuya economía está entre las catorce mas desarrollada del planeta; y unos terrenos ubicados en el cruce de dos de las principales arterias viales de la Comunidad.
Activos que pueden ser colocados en el mercado una vez finalizado el nuevo estadio y la nueva ciudad deportiva. El Valencia es un gigante debilitado por demasiadas gestiones mediocres, que no han sabido sacar rendimiento a su gran potencial económico y deportivo, y por demasiados gestores que, por narcisismo y egocentrismo, lo han atado a estructuras impropias, fuera de cualquier logical y ajenas a cualquier manual de economía; y que le han cargado sobre sus espaldas el peso de una deuda tan enorme que ha terminado por saturar de ácido láctico sus musculos de campeón.
Nuestro club no necesita falsos mecenas foráneos que le saquen las castañas del fuego a quien, indebidamente e imprudentemente, se ha metido a fondo donde no debía ni arrimarse.
Nuestro equipo no precisa, para poder sobrevivir, de Dalport o Alvarado, ni de jeques, magnates, caciques o cualquier otro de estos fantasiosos personajes. ¿Por qué mirar tan lejos para encontrar la solución? ¿No cuenta Valencia con las competencias suficientes? ¿No es aquí donde radican el amor de los aficionados y la fuerza del escudo? Esas son las vitaminas que permitirían al VCF sostenerse sobre bases mas firmes. Lo otro no son mas que potingues de hechiceros.
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