Y eso que el envite arrancó con buenas sensaciones. Hasta que Iturralde decidió acaparar un protagonismo que pertenece a los futbolistas y se cargara el partido, el Sevilla-Valencia tuvo la intensidad de siempre. Ninguno de los dos equipos atraviesa su mejor momento, pero se adivinaba un choque prometedor en cada internada de Capel y Perotti, que camuflaron la ausencia de Navas; en la solvencia defensiva del Valencia para despejar cada envío dirigido a las cabezas de Kanouté o Luis Fabiano; o en las contras en las que Mata, Soldado y Aduriz destapaban la vulnerabilidad de la pareja de centrales formada por Alexis y Cáceres, dos defensas con grandes aptitudes pero faltos de liderazgo. Los dos contendientes, cortados por el mismo patrón, casi simétricos, hasta se repartían las oportunidades de peligro. César y el poste se unieron para impedir el gol de Luis Fabiano, que se anticipó bien al primer palo para rematar un centro de Perotti. Al Valencia le costaba maniobrar, con Fernandes demasiado rígido para desplegar el juego, pero aún así Mata casi logró inaugurar el marcador al aprovechar un fallo de Dabo y plantarse solo ante Varas. El sustituto de Palop aguantó en la salida, no se lanzó de primeras abajo y desvió con reflejos con el pie.
...Y apareció Iturralde
El partido avanzaba y nadie se acordaba de Iturralde, que levanta suspicacias de antemano en todos los estadios, con tantos histriónicos antecedentes. Anoche reclamó su parte del pastel. Los adjetivos, los titulares, los flashes de las cámaras, los mensajes airados en las redes sociales. Todo es suyo, nada escapa a Iturralde. Topal fue a presionar una pelota dividida. El mediocentro turco iba pasado de frenada y llegó tarde al balón, que despejó sin complicaciones Cáceres, al que no llegó a propinar ninguna patada, ni plantillazo. Tal vez sólo se podía castigar una posible obstrucción. Pero el central uruguayo, con unas admirables dotes interpretativas, saltó y se retorció de dolor. Iturralde picó el anzuelo y mostró la roja directa a Topal. Con un tic autoritario, no le regaló ni el mínimo gesto de caballerosidad de dejarle que se levantara del suelo antes de enseñarle la tarjeta. La inferioridad numérica no fue la única desgracia. Pronto se unió la lesión de César, que con su veteranía y pillería transmite seguridad, bajo palos y a sus compañeros, y desquicia a los rivales. El meta extremeño aguantó a duras penas sobre el campo hasta el descanso.
En lo que restó de primera parte, el Valencia se defendió con orden, sin complicarse la vida y sin conceder oportunidades de peligro. En todo caso sí se veía a Fernandes excesivamente solo en la medular para contener la salida de balón sevillista. A la hora de reconstruir el equipo, Emery prefirió no reforzar el centro del campo, obligando a Mata y Joaquín a multiplicarse en defensa. Gregorio Manzano, técnico sevillista, vio que le sobraba un hombre en el medio. Le sobraba músculo y le faltaba pólvora, por lo que retiró a Romaric para dar entrada a Negredo, que se unió a Luis Fabiano y Kanouté en ataque.
La sentencia definitiva
La resistencia visitante se derrumbó a la contra, a los dos minutos de la entrada de Negredo, después de reclamarse un posible penalti a Mathieu. Guaita rechazó en corto un disparo lejano de Cáceres y Negredo remachó con oportunismo.
Al Valencia se le ponía el partido casi imposible. Joaquín y Aduriz probaron disparos desde lejos a Varas, pero las fuerzas, con uno menos, fueron decreciendo progresivamente. Emery sustituyó a Mathieu, agotado, por Jordi Alba y mantuvo a los dos delanteros. El Valencia, en su búsqueda por empatar, quedaba más expuesto a recibir el gol de la sentencia definitiva. Y así sucedió con una apertura a banda de Kanouté, que vio el hueco dejado a su espalda por Alba. El centro fue remachado a placer por Alfaro.
El partido acabó con el público local coreando los pases de sus futbolistas, aguantando la posesión del balón. Soldado tuvo, en una jugada con varias carambolas, la posibilidad de recortar distancias. Pero ayer el Valencia estaba completamente gafado. Otra noche, una más, para olvidar.
Se acentúa la mala racha del equipo
Con el de anoche son ya cuatro las jornadas consecutivas de Liga en las que el Valencia no ha logrado vencer. Su último triunfo lo obtuvo el pasado 2 de octubre, ante el Athletic de Bilbao en Mestalla por 2-1. Luego perdió en el Camp Nou por 2-1 y volvió a caer por 1-2 ante el Mallorca en Mestalla, donde tampoco pudo vencer al Zaragoza (1-1). Una racha de cuatro jornadas sin sumar los tres puntos no se producía desde marzo de 2009 cuando encadenó seis partidos ganar, desde que derrotó al Almería en Mestalla hasta que se impuso al Racing en Santander. Los seis rivales fueron Osasuna, Málaga, Deportivo, Valladolid, Numancia y Recreativo, ante los que sumó tres empates y tres derrotas.
Además, Unai Emery sigue sin lograr derrotar a domicilio a su colega de banquillo Gregorio Manzano.
Ambos técnicos se han enfrentado en cuatro ocasiones con Manzano como local y Emery de visitantes. El balance es favorable al jienense con tres triunfos y un empate, y 6 goles a favor por 3 en contra.
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