Y esta vez era más fácil, porque en el Ayuntamiento de Valencia solo había dos grupos, y no tres o incluso cuatro como en otras ocasiones, lo que podría haber facilitado el entendimiento. Juan B. Soler, no quiso, porque pensó que no le hacía falta. Eran otros tiempos. Aquellos en los que dijo que la parcela del viejo Mestalla se la iban a quitar de las manos y obtendría 400 millones de euros por la venta . Al igual que soltó la famosa frase: «con Porxinos hemos dado un pelotazo». Pero vino la crisis y se acabo la fiesta y la prepotencia, que se llevó por medio al propio Soler. Ni los terrenos aquellos de Ribarroja se han convertido en Ciudad Deportiva, ni en pelotazo urbanístico, ni Mestalla se ha vendido; y eso que el club ha rebajado el precio hasta los 270 millones y la voluntad, oiga.
A Soler se le acusa de mal gestor y haber arruinado al Valencia, pero la culpa de la falta de acuerdo político en torno al convenio urbanístico, no sólo es suya, sino de nuestros gobernantes municipales y autonómicos, en suma del PP de Camps, que en los tiempos de la alegría y del «somos los mejores del mundo mundial» les convenía esa falta de acuerdo para que públicamente no se visualizara la participación de otros partidos, y que ellos aparecieran a los ojos del votante como los grandes hacedores, los supermanes valencianos. De paso, presentaban a los socialistas como antivalencianistas y ponían a su masa social en contra, tal y como hizo Soler (al fin y al cabo un peón más en esa estrategia).
El resultado está a la vista de todos: el viejo estadio no se ha vendido todavía, el nuevo está a medio construir y sin fecha para la reanudación de las obras, el Valencia debe 450 millones (600 en la herencia de Soler) y se ha salvado del Concurso de acreedores gracias a la ampliación de capital, suscrito por Bancaja, perdón, por la Fundación con el aval de la Generalitat, y la venta de jugadores emblemáticos. Por eso el acuerdo era necesario; la prepotencia de antaño ha pasado a mejor vida. Ni el club tiene dinero para acabar el nuevo estadio si no vende Mestalla, ni las instituciones pueden acudir en su rescate (ya lo han hecho bastante), para a continuación presentarse electoralmente como los paladines salvadores antes el valencianismo, porque están en la ruina.
¿Hasta qué punto influía el contencioso en la venta del terreno? No se sabe y no creo que sea ese el motivo de que no surja un comprador, pero era un contratiempo más. Ningún inversor serio adquiere algo que está en vía judicial. Ya es bastante problema comprar un terreno, esperar que el Valencia haga el nuevo estadio, tirar el viejo, parcelar, empezar a construir y vender. Eso como mínimo son cuatro o cinco años para comenzar a rentabilizar la inversión y nadie tiene ahora 300 millones libres y sobrantes a la espera de sacarles rendimiento años después.
Así que el acuerdo es bienvenido. Con él se facilitarán supuestamente la venta y se reanudarán las obras. La Ciudad de Valencia no puede permitirse el lujo de tener un estadio a medio construir, en plena urbe, pues la imagen de postal que nos/les gusta dar, con la Ciudad de las Artes y las Ciencias, se viene abajo con esa otra tercermundista. Y por mucho que intenten explicarnos algunos que apenas hay deterioro en las obras, conforme pase el tiempo las adaptaciones para continuar la construcción serán más caras.
Solucionado ese tema, y si por fin la crisis deja un hueco para vender el campo viejo, al Valencia sólo le quedará el follón ese de las acciones de la Fundación, para volver a ser un club normalizado y cuyos propietarios sean los socios accionistas, es decir la sociedad civil y no las instituciones, a través de una entidad bancaria. Si no, en cada asamblea, como pasó en la última, el tema volverá a salir y habrá gente diciendo, poco más o menos, que el club está secuestrado.
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