El Valencia quita la lona publicitaria de Mestalla donde aparecían Albelda y Soldado, además de retirar de sus tiendas las camisetas del delantero
L. MARTÍ/V. FUSTER | VALENCIA..-
L. MARTÍ/V. FUSTER | VALENCIA..-
Tiene ocho años y ha convencido a su padre para ir a la Ciudad Deportiva de Paterna. El calor aprieta y ambos se dirigen a la cafetería del recinto en busca de un refresco. Mientras espera su granizado, el niño mira hacia la izquierda. Un póster gigante de Roberto Soldado cuelga de una de las paredes del local. Está presidido por un eslogan que en el caso del delantero valenciano se adentra en el terreno de la paradoja: 'Cree'. El rostro del chico cambia de inmediato. «Habrá que quitar ya eso, ¿no?», comenta el padre al camarero, que se limita a sonreír.
A pocos metros de allí el futbolista se despide de sus compañeros. Es la mañana del jueves 1 de agosto y el adiós del valenciano no tiene aún rango de oficialidad, aunque la afición ya lo siente lejos. Esa misma tarde Soldado vuela hacia Londres y ayer, apenas transcurrido un día desde su incendiario discurso contra Salvo, arrancó el proceso destinado a borrar la huella de uno de los futbolistas blanquinegros más mediáticos de los últimos años.
Quienes circulaban por la avenida de Aragón pudieron comprobar cómo los operarios trabajaban para que, poco a poco, la figura del hasta ahora '9' blanquinegro se diluya en la memoria. Por la mañana empezaron a retirar la lona gigante en la que, además de Soldado, aparecían otros exvalencianistas como Albelda o Gago.
El club definió la 'operación Soldado' como un traspaso «de gran magnitud». No sólo por los 30 millones de euros que deja en las arcas del Valencia, sino también por lo que el futbolista representaba. Braulio Vázquez deberá encontrar un 'killer', pero por encima de todo un jugador franquicia capaz de enganchar a la afición como hizo en tres brillantes años el ariete de Don Bosco.
En las tiendas oficiales blanquinegras saben muy bien lo que significaba Soldado en el plano estrictamente comercial. También allí comenzó a borrarse su huella. Los seguidores que entraban al establecimiento contiguo a las oficinas del club veían cómo eran retirados los tres pósters gigantes del delantero, además de sus elásticas, hasta hace poco objeto de culto. Miguel García, abonado blanquinegro, comentaba la situación: «Mi hija quería una camiseta de Soldado, la ha querido desde hace tiempo. Ahora deberá buscarse otro ídolo». Como ella, el resto del valencianismo.
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