Ojito con las nominaciones! Mucho tiento con las propuestas que se vienen haciendo para designar al futbolista que ha de ser el emblema del VCF. Esa condición, como la de socio de honor del club o hijo predilecto del pueblo, no se puede conceder al primero que pasa, ni regalarla así como así, rifada en la tómbola. Repásese bien el historial y pondérense adecuadamente los méritos acumulados por los aspirantes a referente del equipo. No vaya a suceder lo que ha venido ocurriendo con las últimas distinciones otorgadas, que nos acabaron saliendo rana. Desde Mendieta, que nunca se creyó del todo aquello de ser el rat penat del escudo, a Soldado, quien al final ha arrojado al suelo y pisoteado la condición de jugador emblemático que algunos le otorgaron con excesiva facilidad. Sin olvidarnos de Albelda, que se marchó dando un portazo, sin atenerse a razones, molesto porque a su amigo Llorente le descabalgó de la presidencia el poder gobernante, a iniciativa de la grada de Mestalla. De modo que los últimos emblemas del club no han sido muy bien escogidos, pues no han sabido estar a la altura de los honores recibidos. A ver, por tanto, a quién elevamos a los altares, no vaya a ser que tras la exaltación, haya que bajarlo apresuradamente de la peana, en plena procesión.
El carisma se gana entre la gente, por aclamación popular. No hacen falta campañas de prensa ni apoyos mediáticos. Tampoco se obtiene por real decreto, como pretendía Pedro Cortés en su afán de mangonearlo todo. Los grandes símbolos se lo trabajan a pulso y acaban siendo elegidos sin que ellos mismos se percaten. Esos honores no se le pueden dispensar al primer tuercebotas que marca un gol y besa la camiseta, sino que requieren tiempo, sudor, penurias, galones y méritos de guerra en la pechera.
Ahora comienza a sonar el nombre de Banega. Toquemos madera. Los histriónicos precedentes de Ever no invitan al optimismo. Otro asunto son sus cualidades futbolísticas, que nadie le discute. Pero su historial cívico deja bastante que desear. Aún así, son muchos, empezando por el propio técnico, los que confían en que se convierta en el referente del equipo. Ojalá lo asuma. Acabó la pasada temporada siendo el eje del juego valencianista y ha comenzado esta con la batuta empuñada. Desde la perspectiva futbolística, está en su plenitud. Pero eso no le convierte en el jefe de la banda. Se requiere también personalidad distinguida, carácter contagioso, capacidad de mando, cordura... Esas dotes aún debe sacarlas Banega. ¡Ánimo! Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad.
El carisma se gana entre la gente, por aclamación popular. No hacen falta campañas de prensa ni apoyos mediáticos. Tampoco se obtiene por real decreto, como pretendía Pedro Cortés en su afán de mangonearlo todo. Los grandes símbolos se lo trabajan a pulso y acaban siendo elegidos sin que ellos mismos se percaten. Esos honores no se le pueden dispensar al primer tuercebotas que marca un gol y besa la camiseta, sino que requieren tiempo, sudor, penurias, galones y méritos de guerra en la pechera.
Ahora comienza a sonar el nombre de Banega. Toquemos madera. Los histriónicos precedentes de Ever no invitan al optimismo. Otro asunto son sus cualidades futbolísticas, que nadie le discute. Pero su historial cívico deja bastante que desear. Aún así, son muchos, empezando por el propio técnico, los que confían en que se convierta en el referente del equipo. Ojalá lo asuma. Acabó la pasada temporada siendo el eje del juego valencianista y ha comenzado esta con la batuta empuñada. Desde la perspectiva futbolística, está en su plenitud. Pero eso no le convierte en el jefe de la banda. Se requiere también personalidad distinguida, carácter contagioso, capacidad de mando, cordura... Esas dotes aún debe sacarlas Banega. ¡Ánimo! Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad.
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