EL DARDO
A las primeras de cambio se alborota el gallinero. Rebelión a bordo en el vestuario del Valencia. No se puede calificar de otra manera sino de asombrosa la intempestiva reacción de algunos jugadores que, tras la primera jornada de campeonato, han elevado el tono de sus exigencias, molestos por su situación. La paciencia no parece ser una virtud dominante entre el gremio de futbolistas.
Mathieu ha hecho pública su petición, aunque horas después intentase recular. El francés dice que quiere jugar en el centro de la zaga y no de lateral. Guaita, que se ve como suplente una vez Diego Alves fue titular ante el Málaga, mueve ficha y busca una salida de Mestalla. Este fenómeno tan llamativo viene a demostrar el poder creciente de los jugadores. Sin embargo, la entidad está muy por encima de los integrantes circunstanciales de la plantilla: debe responder con claridad y no ceder un ápice. Las palabras de Amadeo Salvo dejaron ayer las cosas claras, disiparon las dudas y pusieron a cada uno en su sitio.
El principio de respeto al club y a los compañeros exige un comportamiento diferente, presidido por la aceptación de las decisiones del entrenador. Sin embargo, los futbolistas y su -cada vez más numeroso e influyente- entorno sólo miran por sus intereses. Es decir, quieren jugar siempre y, por supuesto, avalados por el mejor contrato posible. Cuando las cosas les van bien, lo ven todo de color de rosa, y exigen mejoras contractuales bajo la amenaza de abandonar la disciplina tras haber coqueteado con otro club que les ofrece más dinero. Así que ellos marcan el paso, o al menos, lo han hecho hasta ahora.
El discurso y los hechos que emanan de los actuales responsables del Valencia establecen un precedente muy significativo y representan un cambio de tendencia. Se han acabado los chantajes y las bajadas de pantalones. Los contratos estipulan una serie de condiciones que obligan, aunque no se lo terminen de creer, también a los jugadores.
El gran Pasieguito definía a los profesionales del balón como los “insaciables”, dada su acusada tendencia a querer más y a no conformarse con casi nada. Esa actitud tan egoísta choca frontalmente con la esencia del fútbol,un juego colectivo, donde siempre se impone el mejor equipo antes que la suma de los artistas que brillan en lo individual pero no rinden para el conjunto.
Habrá que esperar la rueda de prensa que ofrezca Djukic el próximo viernes y escuchar con atención su mensaje pero, conociendo al técnico valencianista, estoy convencido de que reforzará la línea expuesta por el presidente,sin descartar algún cara a cara con las protagonistas en la intimidad del vestuario. Allí les leerá la cartilla y les recordará en qué consiste ser un profesional del fútbol. Aunque se les suele olvidar con frecuencia, el Valencia está muy por encima de todos ellos.
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