LA DOBLE P
Dado que mi compadre Manolo Montalt ha hecho un inciso esta semana para hablar de intrashistorias radiofónicas, supongo que me toca a mi hablar sobre la surrealista situación que se vive actualmente en el Valencia CF estas semanas. Un buen 'marrón', sin duda, aunque lejos del que le ha tocado en suerte lidiar al bueno de Rufete.
Así que, como en lo informativo vamos más que servidos estos días, centrémonos en los pálpitos. Había que estar en la rueda de prensa de Rufete y Salvo para ver las caras, gestos y detalles cuasi imperceptibles. Indicios de lo que está por venir. Pistas, puntos para unir y piezas que encajarán en unas semanas. Y, por encima de todo, una sensación que me fue imposible de eliminar incluso horas después de la comparecencia.
La sensación de que Miroslav Djukic está sentenciado y a la espera de su ejecución.
El rostro del presidente era un poema, una continuidad de su estado anímico tras el batacazo en Elche. Corren teorías respecto a las figuras presidenciales, mejores y peores estas últimas décadas, y sobre su capacidad de interiorizar éxitos y fracasos. Por mucho que gran parte de su labor específica se centre en temas no futboleros, a Salvo las derrotas le duelen como cuchilladas. Él, acostumbrado a vivir en el mundo empresarial, en un mundo en el que hay pocas variables y en el que las decisiones suelen traer resultados con precisión matemática en ocasiones, padece al ver que el trabajo entre bambalinas no garantiza que el equipo juegue bien ni que gane partidos.
Salvo, como buen ex futbolista -el que tuvo, retuvo- realizó quizá el mejor desmarque que hayamos visto esta temporada en el Valencia. No fue sobre el césped, eso sí: recular respecto al polémico "pase lo que pase" con el que adjetivó la segura continuidad de Djukic no es más que la constatación de que -como informamos hace dos semanas-, la confianza era grande pero no ciega. Hace tiempo que Salvo ve las cosas con total claridad.Prescindió de Braulio sin titubear, y lo hará con Djukic tarde o temprano. Eso sí, con Rufete como escudo que ayude a justificar dos cambios tan radicales en menos de media temporada.
Salvo con el rodillo -la excavadora es cosa de Djukic- y Rufete con el pavimento, ambosallanaron poco a poco, frase a frase, el camino hacia el inevitable golpe de timón en el banquillo. Djukic lo sabe: el serbio no es tonto e interpreta las sugerencias del de Benejuzar sobre su cuerpo técnico como cargas de profundidad de cara a la valía de sus colaboradores. 'Djuka' es el eslabón más débil a esta fecha en un entorno, la Ciudad Deportiva de Paterna, que en su camino imparable hacia la superprofesionalización no hace prisioneros.
Sabemos el qué, sabemos el cómo, pero todavía no sabemos el quién o el cuándo. Ni quién se hará cargo del 'toro' cuando caiga Djukic, ni cuándo se producirá dicho relevo. Duelehablar de estas cosas cuando, personalmente, siempre he tendido a alinearme con el técnico antes que con la plantilla. Los jugadores están (mal)acostumbrados a irse de rositas en la última década -por cierto, lamentable gesto de la plantilla al marcharse del césped del Martínez Valero sin saludar a más de dos mil tíos que volvieron a ver naufragar al equipo de sus amores-, y habría que afilar la crítica hacia ellos de manera más asidua, pero Djukic y su incapacidad para transmitir sus ideas han puesto las cosas muy fáciles a un vestuario acostumbrado a que nunca haya consecuencias a sus acciones.
Defendí en su momento la manera infame de prescindir de Pellegrino, y opino exactamente lo mismo respecto al caso de Djukic. No soy partidario de cambiar al técnico, sí de reforzarle a toda costa y de que Rufete, Salvo, Jesucristo o el Rey en el Norte echen un cable al serbio para que el equipo salga del pozo. Pero, insisto, los gestos, indicios y pálpitos indican más bien lo contrario. Como suele decirse en política, la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana. Y a Djukic se le está poniendo cara de Oliver Twist.
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