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viernes, 12 de junio de 2015

Cargarse a Rufete

VICENT MOLINS. HOY Lo tenía fácil para cargarse a Rufo, como se cargó a Pizzi. Nadie lo hubiera discutido demasiado. Sería su derecho a partir de cero. No lo hizo



VALENCIA. 

Una condición indispensable para los meses de barbecho en el que descansa la temporada acabada: leña al mono, tensión, ansiedad y dramatismo. Patrimonio genético del valencianismo. En ese espectáculo de sospechas (muy higiénico, pues la complacencia ininterrumpida estanca las aguas y trae bichos) todos hemos mirado a Rufete como un pazguato, títere inevitable ante el mendismo. Hay trazas que lo desmienten. Rufete se cargó de un hostiazo la puerta del vestuario visitante del Ramón de Carranza. Rufete casi reprodujo con Quique Sánchez Flores una escena de Mad Max. Rufete está condenado a practicar -a veces- la sumisión ante el nuevo orden deportivo, pero no encaja con el bosquejo de personaje facilón que transige con cualquier injerencia. 
A Peter Lim, un propietario en holograma, se le ha sustraído el derecho al tótum revolútum. En esta esquina la tradición de los que entraban nuevos a mandar era ciscarse en el orden deportivo preestablecido y traer a los suyos, a sus colegas, a los colegas de los colegas. Sin ir más lejos Amadeo Salvo se trajo a su hombre, Rufete. De haber seguido esa constante Lim debería haber demolido el organigrama para injertar a los profesionales de su confianza, a buen seguro gurús de nombre rimbombante. Lo tenía fácil para cargarse a Rufo, como se cargó a Pizzi. Nadie lo hubiera discutido demasiado. Sería su derecho a partir de cero. No lo hizo.
Rufete, en su desdicha, pasó de buscar a Senderos y Vargas (¡cómo sobrevivimos a aquello!) a escribir el nombre de Negredo en las servilletas mugrientas de sus ambiciones, a conciliar con fichajes como el de Enzo y a transigir (es un eufemismo) con la perla más prometedora del mercado portugués, Joao Cancelo, comprado a precio de adquisición en el IVAM en los tiempos de Císcar.
Cuando Lim, en el ejercicio del millonetis, podía haber fulminado a Rufo, cuando los exégetas interpretaban el final de los días para el hombre 'normcore' de Benejúzar, aquel decidió mantenerlo, depositar en él una confianza controlada. Lim lo tenía sencillo.
¿Por qué no ejecutó la sentencia? Porque necesitaba ajustar el equilibrio con Salvo una vez sacrificado Pizzi, en versión tacticista. Porque necesita a un conocedor del club, conectado con la tierra más primaria. O simplemente porque su trabajo mudo, aderezado de algún gran desliz, ha sido resolutivo y Rufo contribuye más que destruye.

Sea por cortesía o convicción, es una buena noticia que un hombre del perfil de Rufete se mantenga en la dirección deportiva, sala de máquinas de un club. Pero su continuidad ha derivado en un gobierno de coalición, junto a los más próximos a Lim. Si esa confluencia termina siendo un problema, si a Rufete se le siguen poniendo pruebas olímpicas a su resistencia (otra como Cancelo...), el Valencia acabará grillado víctima de un error no forzado. Y Rufete es capaz de cargarse una puerta de un manotazo.

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