VICENT MOLINS. HOY Cuando Nuno fue renovado hasta la eternidad del 2018 comenzaba a estar claro quién mandaba aquí. No definir los roles y permitir el solapamiento era garantizar el choque de trenes...
VALENCIA.
Confío que entre los sepultureros que remueven las tierras del proceso de venta con toda la inquina del mundo y los palmeros que adoran al comprador como si les fuera la vida en ello, habrá una posición normal. Arrearle cuando nos parece que su gestión encalla y celebrar cuando funciona.
Son días en los que se utiliza la coletilla "esto ha pasado siempre" como atenuante para justificar el caos organizativo que tiene este club en su área deportiva. Pero es un agravante. Creíamos, queríamos, que lo que sucediera en este club no fuera lo de... 'siempre', sino algo completamente diferente que se rigiera por la tecnocracia bien entendida de las empresas que gestionan óptimamente sus recursos, dan una imagen seria y no se rigen por un caciquismo de casino. Decepciona más ahora que antes porque dábamos por superadas ciertas infamias.
Cabía la esperanza de que vender el club supusiera una renuncia a lo de siempre para hacer las cosas como nunca. Cansa, sí, asistir a otra trifulca, pero más peligroso es mirar a otro lado. Si la exigencia es mayor y las críticas son más vehementes es, además de por la inquina guardada, porque mayores son las expectativas.
En este tiempo en el que nos estamos conociendo, unos cuantos horrores han manchado un prometedor amor de invierno:
- "Por qué tan caro y sin explicaciones": Toda la pericia de los Lim para conseguir la propiedad del Valencia al mejor precio, tensando la cuerda negociadora, empleando sesiones maratonianas y extendiendo el precio, contrasta con la sorprendente generosidad para algunos fichajes. Cancelo, Rodrigo... Precios que no hay que buscar en su rendimiento futuro, sino en el caché en el mercado de ahora. ¿Por qué unos consumados negociadores no solo no logran rebajar la cantidad de los fichajes sino que pagan por encima de lo estimado? La ausencia de explicaciones no tiene justificación. Darle prevalencia a un agente sobre otros es costumbre internacional, sobreestimar una contratación es, sencillamente, una temeridad para un club cuyas cuentas siguen comatosas y que tiene retos delicados que vencer.
- "Provocar el caos": Cosmética al margen, permitir que un director deportivo y un director deportivo de facto compartieran planificación deportiva tiene mucho de negligente. Sobre todo si el director deportivo de facto quiere zamparse de un bocado las funciones de su homólogo. Quizá no es que no vieran aproximarse el problema, es que lo provocaron decidiendo -por inercia o comodidad- que era mejor desgastar a Rufete. Cuando Nuno fue renovado hasta la eternidad del 2018 comenzaba a estar claro quién mandaba aquí. No definir los roles y permitir el solapamiento era garantizar el choque de trenes.Eso pasó siempre. Pero creíamos que ya habíamos huido de los mismos pecados de siempre.
- "Maltratar al bando rival": La degeneración en las relaciones entre bandos de una misma área deportiva (recordemos: este proyecto se iba a distinguir por la profesionalidad en todas las cosas, ¿dónde queda eso?) llegó al extremo de ridiculizar a Rufete, fichando a un jugador sin que director deportivo y presidente ejecutivo estuvieran al tanto. Eso en mi pueblo se llama encarnizamiento, por mucho maquillaje que se le quiera aplicar. Provocar un cisma en público que parece más voluntario que descuidado. Provoca que buitres como Eugenio López, agente de Otamendi, haga sangre de la cuestión: "No voy a negociar con Salvo, yo negocio con Jorge Mendes". Los Lim, por no querer atajar un problema, dieron lugar a un panorama más propio de otra era que no había razón para reeditar. Lo de siempre.
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