La afición considera que los responsables de esta mala racha son los futbolistas, que mañana tienen el reto europeo de superar al Swansea El serbio quiere que el Valencia mande pero el equipo falla en la presión que logró el extremeño
JUAN CARLOS VALLDECABRES | VALENCIA..-
«Quiero un Valencia protagonista, que tenga posesión, que domine, que vaya a por el rival, que apriete, agresivo, que no espere...» A Miroslav Djukic, que decía esto en junio, le ha traicionado su propia sinceridad, un valor a todas luces estimable. Con el Swansea amenazando el debut en la Europa League como doble examen por lo mal que se han puesto las cosas, el técnico daba pistas el mismo domingo pasado de por dónde debe arrancar la reacción valencianista. «Hay que llevar menos el balón en los pies y ser mucho más simples en el juego. Llegar arriba y meter centros», indicó.
Dicho así, puede resultar hasta precario si uno tiene en cuenta que quien lo debe aplicar es un equipo como el Valencia. Pero precisamente, la sencillez es lo que llevó hace pocos meses a este mismo grupo con Ernesto Valverde al frente a pelear por una plaza de Champions, que finalmente acabaría escurriéndose en la última jornada. Es curioso, pero echando una mirada atrás, se encuentra una reflexión de Guardado el pasado mes de febrero, hablando sobre la reciente incorporación del técnico vasco y la posible causa de la mejoría general. «Él lo hace todo más fácil, no se complica».
Si Djukic consigue que sus jugadores sean capaces de aplicar esas ideas teóricamente tan básicas, el Valencia no irá mal encaminado. A Valverde le salió bien la pócima y por eso a las primeras de cambio se situó en lo alto del ranking de entrenadores que más promedio de puntos habían sumado en toda la historia valencianista. Si el equipo fue capaz entonces de hacerlo bien, y al margen del daño que pueden haber causado los que ya no están (sobre todo Soldado y Tino), ¿cómo es posible que ahora parezca que se les haya olvidado todo? La afición echa la culpa a los futbolistas.
Valverde llegó en un momento complicadísimo, más que el que puede tener ahora mismo Djukic. Pero en diez partidos, por ejemplo, ya había sumado cuatro puntos más que Pellegrino en catorce jornadas. ¿Qué hizo para que todo le fuera tan bien? Lo primero, relajar el ambiente en torno a la plantilla y darle al vestuario una agradable mano de pintura a su fachada. «Es un vestuario normal, son jugadores a los que les gusta jugar al fútbol».
A los de ahora también, pero las derrotas empiezan a pesar. El Valencia, a pesar de la mala racha, se ha esforzado en difundir la sensación de que no se vive una crisis alarmante. Es más, el mensaje que le ha llegado a Djukic es de lógica preocupación pero también de plena confianza porque se sabe de la capacidad que tiene el entrenador serbio en su trabajo.
La verdad es que Djukic consiguió más con el Valladolid en sitios de alto riesgo como el Bernabéu o el Camp Nou que con el Valencia en estas primeras semanas de Liga. El técnico siempre ha tenido claro que si en Pucela fue capaz de imponer un fútbol decidido y de interesante nivel, en Mestalla, con gente más cualificada, debería ser mucho más fácil de conseguir. Pero no ha sido así, aunque la apuesta es la misma.
Uno de los cambios importantes que se apreciaron cuando aterrizó Valverde en el Valencia fue la inmediata decisión de variar el sistema que había. Del 4-2-3-1 de Pellegrino, que anclaba el equipo muy atrás y que tanto molestó a los jugadores (las quejas vinieron cuando ya no estaba él), se pasó al 4-3-3 con mucha más presencia en campo contrario. Es, más o menos, el mismo dibujo por el que se decanta ahora el serbio con algún que otro matiz, por esa posición a veces demasiado adelantada de Éver Banega.
La delicada posición de Éver
Es la desaparición del argentino una de las grandes preocupación del técnico. Este verano parecía que se salía pero ha sufrido tal transformación que ha arrastrado al resto de compañeros. No obstante, también es verdad que en las pretemporadas hay gente que lo borda y que luego, a las primeras de cambio, desaparece. Jonathan Viera, por ejemplo, cumplió pero ha tenido que marcharse al Rayo, y Fede Cartabia ni tan siquiera ha ido convocado en las tres últimas jornadas. Desaparecidos en combate, los dos fueron los titulares en el debut liguero.
Durante algunos minutos de aquel primer partido contra el Málaga, el Valencia sí anduvo vivo en la presión. Fue el único instante, junto con algunos momentos de la segunda mitad frente al Barça, cuanto más interés han demostrado los valencianistas en robar el balón. Djukic avisó de que no iba a tocar nada de lo que estaba bien y que estaba dispuesto a aprovechar la herencia de Valverde, pero ese punto de la 'presión al rival' parece que ha pasado del disco duro a la papelera.
Valverde puso mucho énfasis siempre en que sus jugadores trataran de robar bien arriba. De momento el Valencia ha sido incapaz de llevarlo a cabo. La verdad es que esa carencia ya la detectó Djukic en la concentración de Speyer. Allí ya insistió a sus jugadores en repetidas ocasiones que quería que el equipo llevase el peso siempre y que no se rompiera con la presión. El problema es que no se llega a ese punto.
Djukic, por otra parte, ha tratado de recurrir a su fondo de armario. No en su totalidad, porque los Barragán, Víctor Ruiz y Alcácer siguen en el olvido, pero sí a otros elementos como por ejemplo Parejo. Valverde descubrió a Mathieu como central y le dio de manera sorprendente galones a Parejo. El matiz es que el madrileño jugó muchos partidos como pivote defensivo, función que por ahora el serbio ha reservado a Fuego y a Oriol.
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2013-09-19/djukic-persigue-pocima-valverde-20130919.html
JUAN CARLOS VALLDECABRES | VALENCIA..-
«Quiero un Valencia protagonista, que tenga posesión, que domine, que vaya a por el rival, que apriete, agresivo, que no espere...» A Miroslav Djukic, que decía esto en junio, le ha traicionado su propia sinceridad, un valor a todas luces estimable. Con el Swansea amenazando el debut en la Europa League como doble examen por lo mal que se han puesto las cosas, el técnico daba pistas el mismo domingo pasado de por dónde debe arrancar la reacción valencianista. «Hay que llevar menos el balón en los pies y ser mucho más simples en el juego. Llegar arriba y meter centros», indicó.
Dicho así, puede resultar hasta precario si uno tiene en cuenta que quien lo debe aplicar es un equipo como el Valencia. Pero precisamente, la sencillez es lo que llevó hace pocos meses a este mismo grupo con Ernesto Valverde al frente a pelear por una plaza de Champions, que finalmente acabaría escurriéndose en la última jornada. Es curioso, pero echando una mirada atrás, se encuentra una reflexión de Guardado el pasado mes de febrero, hablando sobre la reciente incorporación del técnico vasco y la posible causa de la mejoría general. «Él lo hace todo más fácil, no se complica».
Si Djukic consigue que sus jugadores sean capaces de aplicar esas ideas teóricamente tan básicas, el Valencia no irá mal encaminado. A Valverde le salió bien la pócima y por eso a las primeras de cambio se situó en lo alto del ranking de entrenadores que más promedio de puntos habían sumado en toda la historia valencianista. Si el equipo fue capaz entonces de hacerlo bien, y al margen del daño que pueden haber causado los que ya no están (sobre todo Soldado y Tino), ¿cómo es posible que ahora parezca que se les haya olvidado todo? La afición echa la culpa a los futbolistas.
Valverde llegó en un momento complicadísimo, más que el que puede tener ahora mismo Djukic. Pero en diez partidos, por ejemplo, ya había sumado cuatro puntos más que Pellegrino en catorce jornadas. ¿Qué hizo para que todo le fuera tan bien? Lo primero, relajar el ambiente en torno a la plantilla y darle al vestuario una agradable mano de pintura a su fachada. «Es un vestuario normal, son jugadores a los que les gusta jugar al fútbol».
A los de ahora también, pero las derrotas empiezan a pesar. El Valencia, a pesar de la mala racha, se ha esforzado en difundir la sensación de que no se vive una crisis alarmante. Es más, el mensaje que le ha llegado a Djukic es de lógica preocupación pero también de plena confianza porque se sabe de la capacidad que tiene el entrenador serbio en su trabajo.
La verdad es que Djukic consiguió más con el Valladolid en sitios de alto riesgo como el Bernabéu o el Camp Nou que con el Valencia en estas primeras semanas de Liga. El técnico siempre ha tenido claro que si en Pucela fue capaz de imponer un fútbol decidido y de interesante nivel, en Mestalla, con gente más cualificada, debería ser mucho más fácil de conseguir. Pero no ha sido así, aunque la apuesta es la misma.
Uno de los cambios importantes que se apreciaron cuando aterrizó Valverde en el Valencia fue la inmediata decisión de variar el sistema que había. Del 4-2-3-1 de Pellegrino, que anclaba el equipo muy atrás y que tanto molestó a los jugadores (las quejas vinieron cuando ya no estaba él), se pasó al 4-3-3 con mucha más presencia en campo contrario. Es, más o menos, el mismo dibujo por el que se decanta ahora el serbio con algún que otro matiz, por esa posición a veces demasiado adelantada de Éver Banega.
La delicada posición de Éver
Es la desaparición del argentino una de las grandes preocupación del técnico. Este verano parecía que se salía pero ha sufrido tal transformación que ha arrastrado al resto de compañeros. No obstante, también es verdad que en las pretemporadas hay gente que lo borda y que luego, a las primeras de cambio, desaparece. Jonathan Viera, por ejemplo, cumplió pero ha tenido que marcharse al Rayo, y Fede Cartabia ni tan siquiera ha ido convocado en las tres últimas jornadas. Desaparecidos en combate, los dos fueron los titulares en el debut liguero.
Durante algunos minutos de aquel primer partido contra el Málaga, el Valencia sí anduvo vivo en la presión. Fue el único instante, junto con algunos momentos de la segunda mitad frente al Barça, cuanto más interés han demostrado los valencianistas en robar el balón. Djukic avisó de que no iba a tocar nada de lo que estaba bien y que estaba dispuesto a aprovechar la herencia de Valverde, pero ese punto de la 'presión al rival' parece que ha pasado del disco duro a la papelera.
Valverde puso mucho énfasis siempre en que sus jugadores trataran de robar bien arriba. De momento el Valencia ha sido incapaz de llevarlo a cabo. La verdad es que esa carencia ya la detectó Djukic en la concentración de Speyer. Allí ya insistió a sus jugadores en repetidas ocasiones que quería que el equipo llevase el peso siempre y que no se rompiera con la presión. El problema es que no se llega a ese punto.
Djukic, por otra parte, ha tratado de recurrir a su fondo de armario. No en su totalidad, porque los Barragán, Víctor Ruiz y Alcácer siguen en el olvido, pero sí a otros elementos como por ejemplo Parejo. Valverde descubrió a Mathieu como central y le dio de manera sorprendente galones a Parejo. El matiz es que el madrileño jugó muchos partidos como pivote defensivo, función que por ahora el serbio ha reservado a Fuego y a Oriol.
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2013-09-19/djukic-persigue-pocima-valverde-20130919.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario