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sábado, 21 de septiembre de 2013

Un Valencia sin primer equipo

LETRAS HERZIANAS



La historia comienza allá por el mes de marzo. Alguien de mucho rango político llama a Amadeo Salvo y le cuenta que se está preparando un cambio de ciclo en el Valencia. En el club de futbol y en su Fundación. Alguien se ha cansado de que Llorente no se ocupe del crédito de la Fundación, y si hay que confiar en Társilo Piles mejor nos vamos a plantar amapolas.
La coyuntura deportiva ha mejorado mucho, el equipo va hacia la Champions de la mano de Valverde y el “¡Llorente vete ya!” se ha convertido en uno de los hits de Mestalla. Todo cuadra. Es el momento de cambiar el 'status quo'. La maquinaria se pone en marcha a espaldas de un Llorente que, cuando quiere espabilar, esta muerto y en la caja. Respondón, pero en la caja. En un cementerio que solo acababa de abrir sus puertas.
Mientras vivimos el esperpento de Vicente Andreu presidiendo sin presidir, el nuevo 'kaiser' Salvo empieza a pertrechar su proyecto desde la tranquilidad de la trastienda. Para empezar, de un Valverde que iba a renovar pasamos a un Valverde que decide marcharse. Por medio, una reunión con Salvo que no sirvió para convencer al ‘Txingurri’ de liderar el nuevo Valencia. Solo ellos saben de lo que hablaron. Pero se marchó. El mayor error, visto lo visto, a estas alturas del partido.
Y llegó Djukic. En palabras de Salvo, uno que sí quería entrenar al Valencia. A su Valencia, habrá que matizar. Porque en el de Llorente, Valverde sí quería seguir. Y cobrando menos que en Bilbao, por cierto.
Avanzó el verano y siguieron las charlas de cuestionable final. Soldado pasó de querer seguir en el Valencia a querer marcharse a toda costa de Salvo y sus mentiras. Al menos, eso dijo el día que se fue. Por medio, una o varias comunicaciones entre Brasil y España que separaron a ambos más que un terremoto de 9’5 en la escala de Richter. Solo ellos saben de lo que hablaron. Pero al final, otro que también se marchó.
Y mientras el presidente se reunía con unos y otros, Djukic lo hacía sólo con uno para decirle que no le veía en su proyecto. Se llamaba David Albelda. Uno que podría haber ayudado al serbio a modelar su nuevo Valencia. Pero el nuevo técnico no lo vio así, y el gran capitán se marchó. También se marchó.
Eso si, pese a la estampida de referentes, Salvo no se salió ni un milímetro del discurso optimista. El de un Valencia ganador. El de una plantilla que seria mejor que la anterior. Y así ganó el partido de la grada. El de la ilusión. El de volver a creer. El triunfo de la palabra. Palabras que hablaban de mercadotécnica, de poner al Valencia en el escaparate mundial del fútbol, de tecnificar la cantera. Y por supuesto, de solucionar junto a Aurelio Martinez el 'marrón' de la Fundación como si fuera suyo. Palabras que yo me creo. Palabras maravillosas.
Todo era muy bonito. Hasta la pretemporada terminó con destellos de equipo llamado a grandes gestas de la mano de los nuevos héroes del valencianismo. Pero empezó la Liga, y sonó el despertador. Y al levantarnos de la cama, nos dimos cuenta, en apenas dos jornadas, que Soldado y Albelda ni estaban ni lideraban. Que los referentes en el vestuario se habían esfumado y que nadie tiraba del carro. Que no quedaba carácter en el vestuario, ni garra, ni compromiso, ni nada. Y que del apagafuegos Valverde habíamos pasado al incendiario de Cornellá.
Tres jornadas después y un equipo galés paseando por Mestalla han llevado al Valencia de las dudas a la crisis. De la crisis al caos. Y quizá el domingo, al KO final. Hoy el primer equipo lucha por no entrar en descenso, Djukic se juega el puesto en la jornada 5 y el perfil de la plantilla se ha empobrecido en carácter y calidad. La grada ha pasado de una ilusión tremenda a una vergüenza que no sentía hacia años. El azucarillo ha entrado en la taza.
Yo no niego que el proyecto de la cantera avanza, que el acuerdo con la Fundación gana una prórroga y que el club ha fichado a un 'galáctico' del marketing. Importantes asuntos, sin duda, pero que deben ir acompañados del rendimiento del primer equipo. Por que, tal vez, la respuesta a todos los males está en mirar atrás y volver al mes de marzo. ¿No nos habremos olvidado que esto era un equipo de fútbol y que lo más importante era su primer equipo?

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