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domingo, 3 de noviembre de 2013

'Pellegrinaje' hacia una destitución

LETRAS HERZIANAS



No se por donde empezar, la verdad. No se si comenzar por el viaje de Salvo al lejano Oriente o por el viaje sin retorno que ha iniciado para salvar a su entrenador. Por el lejano viaje que iniciará pronto Braulio o por los viajes que le da el fútbol cada domingo al Valencia. O, por acudir a lo más cercano en el tiempo, el viaje hacia lo desconocido en el Alfonso Perez.
Porque en este particular ‘Esperpentos por el mundo’ en el que se ha convertido el club de Mestalla, hay tantas aristas afiladas que es imposible saber por donde meter mano primero sin cortarse los dedos.
Que el Valencia de Djukic no juega a nada ya lo sabemos todos. Y no desde el Madrigal o el miércoles pasado. Lo sabemos desde que empezó la liga. Porque ya ante el Málaga se ganó sin jugar bien, y después vinieron los Espanyol, Betis, o Swansea de turno jugando de pena. Sin alma, sin ideas, sin táctica ni recursos, sin actitud ni todo aquello que necesita un equipo de fútbol para ganar partidos. Sin jugadores ni entrenador.
El presidente bajó a la arena y el equipo empezó a ganar. Jugando dos veces bien y el resto como antes. Pero ganando. Y eso tapó la realidad a la que hemos regresado en las tres últimas jornadas. Un mes después de la primera crisis el Valencia sigue sin alma, sin ideas, sin táctica ni recursos, sin actitud ni todo aquello que necesita un equipo de futbol para ganar partidos. Sin jugadores ni entrenador.
Y miren, cuando un presidente (que ni juega, ni entrena, ni hace la táctica ni elige las alineaciones) tiene que bajar otra vez al vestuario a repetir lo mismo que ya dijo un mes atrás, algo va mal. Pero que muy mal. Porque el recurso de poner orden desde la presidencia te puede servir una vez. A la segunda ya no vale. Solo hay que ver al colista burreando al Valencia en Mestalla 48 horas después.
No hay duda que el problema a estas alturas solo lo soluciona el discurso futbolístico. Y el debate está en saber si es Djukic el que lo puede transmitir. Y si la respuesta es no como parece, quien decide que Djukic deje de hacerlo.
Porque es de fútbol el alarmante problema del Valencia. Así de fácil. Esto cada vez se parece cada día más al año pasado, pero como Pellegrino no está, a Llorente ya no se le puede pedir la cabeza, y Salvo and Djukic acaban de llegar al gigante dormido, solo nos queda matar a base cánticos a Braulio Vazquez. Responsable de la configuración de una plantilla gris, blanda, sin carácter ni personalidad, pero que funcionaba con un Valverde al que también trajo él. Y en cambio, no será Braulio el responsable de decidir que hacemos ahora con el equipo, el entrenador, y el peligro futbolístico de seguir empeorando cada semana. Porque aunque ese es el problema de Valencia hoy, hace tiempo que ya no es el problema de Braulio. Un cadáver en su cargo.  
Y con todo esto sobre el tapete, ¿es hora de cambiar de entrenador? Y si se decide hacerlo ¿quién destituye a uno y elige al siguiente? En el club apuestan 10 a 1 al cambio. El problema es que ese ‘uno’ es el que manda; el presidente. Único valedor de Djukic, y que está lanzando un órdago de consecuencias inescrutables. Porque mientras Salvo cree que los jugadores son los responsables y que es ahí donde debe meter la tijera, todos los demás vemos -sin quitarle la razón- que los artistas de este juego son los futbolistas, y que sin artistas no hay función. Y con este director de obra el descenso acecha, que diría Ricardo Costa.
Es por eso que yo no se si aplaudir la valentía del presidente al tomar la decisión más difícil, o temer que esté tomando la más inconsciente. Porque creer que la solución pasa por aguantar a Djukic contra viento y marea es olvidar que en un 80% estos mismos peloteros jugaban de vicio con Valverde, ganaban partidos y estaban implicados. Vamos, que algo tendrá que ver el técnico en todo esto. Y más cuando Valverde lo cambió todo en tres semanas, mientras Djukic no ha cambiado nada en más de tres meses.  
Así que solo podemos esperar que Salvo -que acertadamente está en China tratando de salvar al otro Valencia- sea un visionario de esta historia y vea en 3D donde al resto se nos ha apagado la luz. Nada deseo más. Porque yo creía en Djukic, una gran persona que no merece tan triste final. Pero el fútbol no entiende de buenas personas. Entiende de buenos entrenadores y de buenos resultados. Y mi admirado Miroslav no está demostrando en el Valencia ni una cosa ni la otra. Al menos todavía, como sigue pensando Salvo.

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