MINERVA MÍNGUEZ
Acude puntual a la cita, en el Mercado de Colón. Ha costado concretar la entrevista. Los negocios llevan a Mariola Hoyos de aquí allá, sobre todo por Asia. Sostiene que ve el Valencia desde la distancia, aunque no se le escapa una del club al que le cuesta reconocer pero al que no le importaría volver para aportar soluciones. No puede evitar un punto de nostalgia en la voz cuando habla del pasado, de una entidad que su padre presidió un día. Melchor Hoyos le transmitió un valencianismo a prueba de «puñaladas», como la que recibió en 2009, cuando se le pidió que abandonara la presidencia de una Fundación que perdía su objetivo primigenio, el deportivo y social, para convertirse en máxima accionista del club. Aquella operación político-bancaria, a Mariola Hoyos le provocaba desconfianza. El tiempo le ha dado la razón, afirma ahora.
¿Echa de menos el Valencia?
No, lo que echo de menos es otro Valencia CF, otra forma de actuar. Echo en falta aquella época de antes, que era completamente diferente a la de ahora. Teníamos otro rigor, otro modus vivendi.
¿Sigue yendo a Mestalla?
No, aunque mantengo los cuatro pases. Lo veo muy desde la distancia porque me cuesta reconocer al actual Valencia como mi equipo. Me apena demasiado todo lo que lo ensucia. Tendría que remover mucho para encontrar ese espíritu valencianista sano, ese club al que yo tanto admiraba de pequeña. Con siete años ya iba a Mestalla a ver jugar a mi equipo.
¿Por qué se marchó usted?
Porque me lo pidieron.
¿Quién?
Manuel Llorente. Yo no estaba para nada de acuerdo con lo que iba a venir, con lo que se iba a hacer y tampoco con la forma de hacerlo. Llorente era presidente del club, pero no estaba inscrito como patrono y, por muy presidente que fuera, no era nadie para pedirme que dejara la presidencia de la Fundación. En todo caso, si yo lo había hecho mal la dimisión me la tenían que pedir mis patronos, que eran los que tenían potestad para hacerlo. No él.
¿Por qué molestaba Mariola Hoyos?
(Piensa mucho la respuesta....y mide las palabras a cada momento de la entrevista) Nadie conocía con exactitud los planes de Llorente, pero sin que me los dijera yo los sabía. No estaba de acuerdo con ese cambio, con el giro tan radical que se le iba a dar a la Fundación. En ese verano de 2009 se montó todo lo que se montó con lo de Dalport — la ampliación de capital que derivaría con la Fundación como dueña del Valencia — y conmigo eso era imposible que siguiera adelante. Hacía falta una figura como la del señor Piles que aceptara y comulgara con esas ideas, así que me apartaron para tener el terreno libre. Yo no creía en eso y desgraciadamente el tiempo me ha dado la razón.
La entrada en acción de Dalport obligó a tomar decisiones arriesgadas...
Recuerdo aquellos días como «socorro, socorro, que viene el coco». Nos entró el miedo. Valencia era una ciudad asustada... Aún así, las cosas se tenían que haber hecho de otra manera.
¿Qué cosas se le pueden reprochar a Llorente de su gestión y qué cosas se le pueden alabar?
Reproches muchos, como que ha ganado dinero gracias al Valencia, que se ha lucrado a costa del club. Cosas que alabar no las veo.
Vaya… me sorprende. Ha sido muy explícita.
Es que es lo que pienso.
Bueno, pero Llorente ha reducido la deuda del Valencia.
¡Vendiendo jugadores cualquiera! Mis hijos me preguntan continuamente ¿mamá, por qué tenemos una m.... de equipo? ¿Por qué hemos vendido a los buenos? ¿Por qué se ha ido Villa? ¿Por qué no podemos competir con el Madrid o el Barça? ¿Por qué no seguimos en la Champions? Y yo siempre contesto lo mismo: porque no hay dinero. Pero los niños no entienden eso, ellos quieren figuras, buenos resultados… A Llorente le ha faltado carisma y le ha sobrado creer que estaba por encima del bien y del mal. Pensaba que iba a tener el respaldo político pasara lo que pasara… Por el camino descuidó una cosa tan importante como ganarse a la gente… a la afición, aunque eso tampoco le hubiera salvado.
Sigue dolida…
No, de verdad, no soy rencorosa, pero no merecía la salida que tuve. Esperaba al menos unas formas más elegantes.
La Generalitat Valenciana ha tenido que acabar pagando la factura del fútbol…
No había otra alternativa con un aval firmado de un préstamo que todos sabían que la Fundación no podría pagar.
Y por tanto, los políticos han tomado el control a través de los patronos…
La Fundación está gobernando porque no hay más remedio aunque ese no sea, o yo creo que no debe serlo, su papel. Pero es que estamos con un presidente en funciones en el club y sin un presidente en la fundación…
A Llorente no le gustó el discurso presidencialista de Federico Varona, colocado por el Consell para dar viabilidad a la Fundación. Y dimitió.
No lo entiendo. A Llorente también lo pusieron los políticos, ¿de qué se queja?
Si su padre levantara la cabeza ¿qué pensaría de lo que está ocurriendo en la entidad de Mestalla?
Se quedaría perplejo, como creo que está todo el mundo. Nadie entiende nada, ni aquí, ni fuera de aquí. No reconocería este club, cada día pasa alguna cosa que supera la anterior. Cuando crees que ya no puede suceder algo más, te sorprenden con otro espectáculo.
Mariola Hoyos ha sido testigo directo e indirecto de la transformación del Valencia en SAD ¿ha valido la pena?
Aquello fue un punto de inflexión, la conversión en SAD provocó que el Valencia dejara de ser el club de los socios de siempre. Pero ahí ya no hay vuelta atrás. Ese camino no se puede desandar. Ideas como la de Jaume Ortí, la de devolver el club a los socios son muy románticas, maravillosas, pero irrealizables. Creo que además pedir dinero a los abonados ya es lo que faltaba.
¿Ha habido personas indignas de estar en el listado de presidentes del Valencia?
¡¡¡Uffff!!!! Vamos a dejarlo en que ha habido gente que lo ha hecho bien, otra que lo ha hecho regular y otra mal....Los perfiles de unos y de otros, y los errores encadenados han conducido a una situación insostenible. Aunque no quiero culpar a nadie, hay demasiadas personas que no han hecho lo que tenían que hacer. Quiero ser elegante y no poner nombres.
Lo cierto es que el grueso principal de la deuda se arrastra desde la época de Juan Soler.
Juan no tenía mala voluntad, pero intentó gobernar el club como si fuera su empresa y no funcionó. Su gestión fue equivocada, como es evidente.
¿Se ha perdido la simbología del antiguo dirigente de fútbol que encarnaron directivos como su padre?
Sí. La figura del presidente antes era intocable. Alguien casi reverenciado, pero de eso hace mucho. Carboni me contaba lo que le sucedió cuando jugaba en el Roma. El presidente del club bajaba al vestuario y todos se levantaban de sus asientos, dejaban lo que estaban haciendo y miraban con respeto al dirigente. Cuando llegó al Valencia y entró Pedro Cortés, acostumbrado a esa forma de proceder, Carboni fue el único que se levantó. El resto seguía a lo suyo, uno secándose con la toalla… otro cambiándose las zapatillas…
¿Con qué presidentes, aparte de su padre, se quedaría?
Con Arturo Tuzón. Era la seriedad, la honestidad, la responsabilidad, el buen hacer… También con Jaume Ortí. Fue el presidente del pueblo, de la afición. Querido, apreciado, muy valorado.
Mestalla acabó gritándoles a ambos…
Lo de Arturo fue lamentable. Los valencianos somos muy críticos pero de forma negativa, somos incapaces de reconocer lo positivo. Y Jaume también sufrió una pitada espectacular el día de la presentación del equipo. Yo estaba con él y recuerdo ese momento con impotencia y con mucha tristeza…
Andreu Fajardo se ha encargado de recordar que él tiene 40 veces más acciones que los actuales patronos…
De los actuales patronos conozco a muy pocos, pero en las épocas anteriores a la hora de elegirlos nunca se pensó en eso, ni se le dio importancia. Se buscaban personas relevantes del valencianismo, o de las instituciones, nunca se miraba lo de las acciones. No entiendo esa reacción del presidente en funciones del Valencia.
Usted que conoce el mundo de la empresa… ¿No cree que una buena solución para el Valencia sería la de acogerse a un concurso de acreedores?
No lo sé. Llegados a este punto en el que está el Valencia el borrón ha de ser total. Hay que coger una goma de esas de Milan y borrar todo, pero a fondo. Mi marido es cubano y yo siempre digo que habría que hacer como con la ciudad de La Habana, reconstruirla toda y partir de cero.
Usted conoce bien a Juan Martín Queralt, ¿qué puede pensar de lo que está pasando con la Fundación y con el Valencia?
No puedo pronunciarme porque Juan es mi amigo y mi abogado, y lo respeto profundamente. No puedo hablar por él. Sé que se pensó en que se hiciera otra vez cargo de la Fundación, pero en la actual situación quién va a querer entrar, y menos para vender el club. La Fundación ha de tener otros fines, benéficos y deportivos.
¿El futuro pasa por vender?
A mí me preocupa, pero es la única salida y la única salvación que se vislumbra para el club tal como está en estos momentos. No me gustaría ver al Valencia en manos de un jeque de Catar o de Dubai, pero si aquí nadie es capaz de dar un paso al frente y plantear una gestión económica seria… Ahora, tenemos que tener claro lo que eso significa. No se le puede decir al inversor: invierta usted, acabe el campo, gaste su dinero en el Valencia… pero ojo, que el club ha de seguir siendo de los socios. Uno cuando compra algo es para ser el propietario. Ahora tenemos un sin gobierno. Ni tenemos presidente en el club, ni en la fundación.
¿Dónde están esos empresarios valencianos, esa burguesía a la que se le ha llenado desde siempre la boca de valencianismo?
Si no han aparecido antes ahora menos con la actual situación de crisis económica. Los empresarios tienen en estos momentos problemas más graves que el Valencia.
¿Juan Villalonga ahora sería la salvación tal como está el Valencia?
Cualquiera que ponga dinero, y sea serio, pero de todo lo que ha venido hemos desconfiado.
¿Dónde está la solución? Porque además, el actual consejo, al que le quedan cuatro días, anda a la greña con la Fundación que ha colocado la Generalitat.
La solución es que se reme todos a una y que se actúe con sentido común. Lo primero es que el club tiene que tener su propio gobierno, su presidente y eso ahora, por desgracia no está pasando. Hay un vacío de poder que da una pésima imagen del Valencia, y de los valencianos por extensión. No veo motivos para el optimismo, aunque el otro día leía en este periódico el artículo de opinión de Bau, que siempre busca el lado positivo de las cosas… Hay que dejar a un lado el egocentrismo y pensar en qué es lo mejor para un club que a este paso se va a la deriva sin remedio.