J. V. Aleixandre
Más le valdrá no ir sacando pecho. Me refiero al poder político reinante, de la cabeza a los pies. Es decir, desde Fabra „un bon xic, como le llaman en Castelló„ al último funcionario de la Generalitat, pasando por la consellera Catalá y su Director general de Deportes „¿qué hace, a qué se dedica este gris personaje, a parte de acudir de gorra a todos los saraos deportivos?„.
Que tampoco se les ocurra a los gerifaltes de las federaciones, colgarse medallas. Ni por el ascenso del Villarreal, ni por el brillante papel de David Ferrer en Paris. Que no empiecen a entonarnos baladas festivas dedicadas al deporte valenciano, ni a soltarnos almibarados discursos sobre lo fuertes, valientes y competitivos que somos. Esto no es una cuestión de raza, porque no existe tal, y menos de política deportiva, que tampoco la tiene la Generalitat. Estos triunfos son fruto del esfuerzo individual de cada deportista, de sus entrenadores y de los patrocinadores.
En el caso del Submarino amartillo, el mérito hay que atribuirlo a los futbolistas, al cuerpo técnico que les dirige y a los gestores del club, con Fernando Roig a la cabeza. De todos ellos fue el teórico fracaso del descenso y, de la misma manera, a ellos hay que atribuirles la gloria del ascenso. Quienes se taparon entonces, cuando el tortazo, que no se apunten, ahora, cual triunfadores.
En efecto, es cierto: hay cuatro equipos valencianos en la Liga de las estrellas. Pero también podría haber cinco, uno o ninguno. Ni la gestión de todos ellos es la misma, ni su planificación deportiva coincide, ni comparten un funcionamiento común. El Villarreal tiene poco que ver con el Levante, y el Valencia, menos con el Elche. Las cuatro son entidades diferentes e historias distintas. Salvada su admiración valenciana, puramente administrativa, no hay muchos más lazos de unión ni puntos de convergencia entre ellos. Cada uno va a su bola. Por eso harán bien los políticos en no inflar los pulmones, no vaya a ser que les exploten.
La política deportiva de la Generalitat se ha centrado en los grandes eventos, con los lamentables resultados que ahora estamos pagando. De los avales a los clubs de fútbol, su otra prioridad, ni hablemos. Además de irregulares, no han traído más que lios. Así que cuidado con el autobombo. Discreción y parquedad. Y cordura con las loas mediáticas. A ver si los tiralevitas tienen un un mínimo de dignidad y se contienen en sus impostados panegíricos a la germanor.
Que tampoco se les ocurra a los gerifaltes de las federaciones, colgarse medallas. Ni por el ascenso del Villarreal, ni por el brillante papel de David Ferrer en Paris. Que no empiecen a entonarnos baladas festivas dedicadas al deporte valenciano, ni a soltarnos almibarados discursos sobre lo fuertes, valientes y competitivos que somos. Esto no es una cuestión de raza, porque no existe tal, y menos de política deportiva, que tampoco la tiene la Generalitat. Estos triunfos son fruto del esfuerzo individual de cada deportista, de sus entrenadores y de los patrocinadores.
En el caso del Submarino amartillo, el mérito hay que atribuirlo a los futbolistas, al cuerpo técnico que les dirige y a los gestores del club, con Fernando Roig a la cabeza. De todos ellos fue el teórico fracaso del descenso y, de la misma manera, a ellos hay que atribuirles la gloria del ascenso. Quienes se taparon entonces, cuando el tortazo, que no se apunten, ahora, cual triunfadores.
En efecto, es cierto: hay cuatro equipos valencianos en la Liga de las estrellas. Pero también podría haber cinco, uno o ninguno. Ni la gestión de todos ellos es la misma, ni su planificación deportiva coincide, ni comparten un funcionamiento común. El Villarreal tiene poco que ver con el Levante, y el Valencia, menos con el Elche. Las cuatro son entidades diferentes e historias distintas. Salvada su admiración valenciana, puramente administrativa, no hay muchos más lazos de unión ni puntos de convergencia entre ellos. Cada uno va a su bola. Por eso harán bien los políticos en no inflar los pulmones, no vaya a ser que les exploten.
La política deportiva de la Generalitat se ha centrado en los grandes eventos, con los lamentables resultados que ahora estamos pagando. De los avales a los clubs de fútbol, su otra prioridad, ni hablemos. Además de irregulares, no han traído más que lios. Así que cuidado con el autobombo. Discreción y parquedad. Y cordura con las loas mediáticas. A ver si los tiralevitas tienen un un mínimo de dignidad y se contienen en sus impostados panegíricos a la germanor.
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