J. V. Aleixandre
Está el Valencia que lo tira. Hacía tiempo que no se le veía tan redondo, tan alegre con ese juego que contagia la sonrisa a la grada. Mestalla no da crédito y ha comenzado a disfrutar. Ernesto Valverde ha conseguido equilibrar el equipo y, sobre todo, implicar a los jugadores para que den rienda suelta al fútbol que cada cual lleva dentro, ya sea poco o mucho. Pero que se suelten. Y ellos también se lo están pasando bien. Lo cual significa que no es preciso estar echándoles el aliento en la nuca, recordándoles a cada instante los millones de euros que se juega el club, para poder hacer frente a los suculentos contratos que Llorente les firmó -a algunos, no a todos-.
El VCF estaba entrando en un círculo vicioso: era obligado ganar para participar en la Champions y así aumentar los ingresos con los que hacer frente a las fichas de la plantilla. Pero esa misma exigencia parecía presionar al entrenador y atenazar a los futbolistas, de modo que el equipo jugaba fatal y el personal, aburrido y desesperado, desertaba. Solución: rebajar los ingresos de los futbolistas, adecuarlos a la realidad, hacer sostenibles los clubse. Todos seremos más felices, incluidos Cristiano Ronaldo o Mourinho, siempre cabreados, con esas miradas torvas y el gesto torcido, como si olisquearan cadáveres putrefactos. Así, por mucha pasta que se tenga, no se puede ser feliz. Menos millones y más disfrutar de la vida... y del fútbol.
Que se lo pregunten, si no, a Ever Banega, que está de dulce, él; y a los baneguistas, encabezados por Josep Rovira -Ràdio 9-, que no les cabe el cuerpo en la camisa. Cuando el comentarista referencial del fútbol en valenciano recurre al diminutivo (Baneguita), es señal de que el argentino se ha marcado alguna de sus virguerías. Con eso le basta a Rovira para desmelenarse. Si ya alcanza el nivel de implicación y producción en el que ahora se encuentra, baneguistas nos hacemos todos, hasta yo. Valverde le ha cubierto las espaldas y él ha encontrado su cerebro perdido. A ver si la cosa dura y nos reconvertimos todos definitivamente.
Lo cierto es que este Valencia que encandila a la grada puede devolver a Mestalla la ilusión perdida y animar a la gente de cara a la renovación de abonos. De manera que si, finalmente, no se llega a la Champions, al menos se recaude más con los pases que las últimas temporadas. Hay vida -y esperanza-, más allá de la tercera plaza de la Liga.
Algunos denominan a estos partidos finales, como los de la basura, porque parece que ya todo está hecho y no sirven para nada. No es así. Bien aprovechados, como ocurre ahora -y no como antes, cuando se hacía el zángano- estos choques dan mucho de sií Sirven de regocijo para la afición y de placer para los futbolistas. Y encima, como alguien se descuide, te meten en Europa. Para tranquilidad de los tecnócratas.
El VCF estaba entrando en un círculo vicioso: era obligado ganar para participar en la Champions y así aumentar los ingresos con los que hacer frente a las fichas de la plantilla. Pero esa misma exigencia parecía presionar al entrenador y atenazar a los futbolistas, de modo que el equipo jugaba fatal y el personal, aburrido y desesperado, desertaba. Solución: rebajar los ingresos de los futbolistas, adecuarlos a la realidad, hacer sostenibles los clubse. Todos seremos más felices, incluidos Cristiano Ronaldo o Mourinho, siempre cabreados, con esas miradas torvas y el gesto torcido, como si olisquearan cadáveres putrefactos. Así, por mucha pasta que se tenga, no se puede ser feliz. Menos millones y más disfrutar de la vida... y del fútbol.
Que se lo pregunten, si no, a Ever Banega, que está de dulce, él; y a los baneguistas, encabezados por Josep Rovira -Ràdio 9-, que no les cabe el cuerpo en la camisa. Cuando el comentarista referencial del fútbol en valenciano recurre al diminutivo (Baneguita), es señal de que el argentino se ha marcado alguna de sus virguerías. Con eso le basta a Rovira para desmelenarse. Si ya alcanza el nivel de implicación y producción en el que ahora se encuentra, baneguistas nos hacemos todos, hasta yo. Valverde le ha cubierto las espaldas y él ha encontrado su cerebro perdido. A ver si la cosa dura y nos reconvertimos todos definitivamente.
Lo cierto es que este Valencia que encandila a la grada puede devolver a Mestalla la ilusión perdida y animar a la gente de cara a la renovación de abonos. De manera que si, finalmente, no se llega a la Champions, al menos se recaude más con los pases que las últimas temporadas. Hay vida -y esperanza-, más allá de la tercera plaza de la Liga.
Algunos denominan a estos partidos finales, como los de la basura, porque parece que ya todo está hecho y no sirven para nada. No es así. Bien aprovechados, como ocurre ahora -y no como antes, cuando se hacía el zángano- estos choques dan mucho de sií Sirven de regocijo para la afición y de placer para los futbolistas. Y encima, como alguien se descuide, te meten en Europa. Para tranquilidad de los tecnócratas.
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