El futuro deportivo es un puzzle que deberá componer el entrenador, a quien habrá que convencer primero en los años de contrato
C. V. | VALENCIA..-
¿Tienen Llorente y Braulio licencia para soñar tal y como está el Valencia por dentro? Será posiblemente un atrevimiento pero el club, como empresa que es, cometería un error si se diera las órdenes de 'parar máquinas'. Llorente sabe que debe seguir gestionando hasta el momento en que le obliguen a cruzar la meta. Por eso en el seno del Valencia, y dentro de la incertidumbre generalizada, hay consenso en torno a las líneas maestras del nuevo proyecto deportivo: hace falta una mano de pintura nacional.
Y, desde luego, una pieza importante en ese engranaje que se quiere conseguir es la que representa Ernesto Valverde. Con él, tanto a nivel profesional como personal, existe perfecta sintonía. De ahí que ya se haya dado el primer paso, aunque Llorente tenga para ello que vulnerar su regla de oro que invita a esperar a final de temporada. A Valverde se le quiere entregar el testigo. En apenas tres meses ha conquistado el beneplácito de todo el consejo de administración, que no duda sobre su valía.
Si todo marcha como está previsto, a Valverde se le planteará una renovación global para intentar que se implique también en la configuración de una plantilla en la que ya trabaja, dentro de sus limitaciones, la secretaría técnica. Pensar ahora en un Valencia 2013-14 sin Valverde parece complicado. Pero tampoco hay que dar por supuesto que con él todo resultará fácil. Sobre todo a la hora de ver si el club le convence para que firme por una temporada o acaba ofreciéndole dos o una más otra opcional por objetivos, como parece que podría ocurrir. La experiencia dice que Valverde siempre se ha decantado por comprometerse contractualmente en sus arranques por dos años. Así lo hizo en el Athletic, en el Espanyol y hasta en el Villarreal. Con el Olympiacos Valverde sí hizo la excepción, forzado por lo que significa ir a Grecia.
Al extremeño se le va a tener que convencer no sólo con dinero, sino también poniendo sobre el tapete un proyecto sobrio. Ahí es donde realmente el Valencia se encuentra ante un verdadero puzzle. Si en cualquier temporada es difícil llevar a cabo los planes previstos sobre el papel, parece que ésta todavía resultará un poco más enrevesado llevarlo a cabo. Lo bueno es que el Valencia tiene elementos sugerentes en su escaparate. Y lo malo, que son muchas las piezas que deben encajar para que esa idea de españolizar el equipo se plasme como reza el guión.
Es fácil que Diego Alves encuentre destino, que por Rami llegue alguna propuesta (de Rusia o la Premier) por 15 millones, que por Tino Costa vuelvan a acercarse clubes con dinero, que Banega de nuevo recupere su gancho en Italia (ahora más si cabe por su condición de comunitario), que Gago cuaje en Argentina y que Jonas infle su cuenta anotadora y sea un producto apetecible para vender al fútbol inglés. Si las piezas caen, habrá que buscar recambios, con el condicionante de que se deberá comprar más barato en todos los sentidos: tanto en lo de pagar traspaso como en las fichas.
Y a la hora de recomponer el Valencia, hay una agenda con los nombres muy definidos, aunque pendientes del dinero obtenido de las ventas. Destaca entre ellos el del hijo pródigo, Raúl Albiol, cuyo retorno es tan deseado como difícil, ya que tiene un sueldazo y cinco años de contrato aún. Podría venir si sale Rami y él se rebaja la ficha.
El caso de Beñat (acaba en 2014 y tiene una cláusula de 20 millones) es interesante, aunque el Betis ha rechazado recientes ofertas de más de 12. En Sevilla dan por hecho que Beñat se venderá este verano. Mucho más cerca está el levantinista Iborra, que además de ser una realidad tiene una tremenda progresión y a día de hoy cuesta seis millones (termina también en 2014). La guinda será Iago Aspas (10 millones).
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