Eduardo F. Escartí
22.02.2013 | 05:30
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De manera inesperada, los habituales seguidores de la actualidad social valencianista nos hemos convertido en adictos a las comparecencias de los viernes del vicepresidente del Consell, José Císcar, tratando de leer en ellas algún mensaje mínimamente alentador sobre el futuro de nuestro VCF. Y el último ha sido el anuncio de una inminente hoja de ruta que marcará el camino a seguir por la Generalitat Valenciana para resolver el embrollo en el que, sin quererlo (o al menos sin quererlo el actual equipo de gobierno), se ha visto envuelta por las artimañas de los Oliva, Piles, Llorente.... del momento.
Varios accionistas reclamamos en su día en Junta General (yo personalmente fui uno de ellos), a raíz de la ampliación de capital de 2009 y la suscripción mayoritaria de acciones por parte de la Fundación VCF con dinero público (de Bancaja, y con el aval de todos, repito, todos los valencianos), que se nos informara de la hoja de ruta a seguir y del «plan de viabilidad social» que se iba a desarrollar en paralelo al plan de viabilidad económica del que, por cierto, nunca más se supo. Nadie nos respondió. Puede ser porque no existiera en 2009 esa hoja de ruta, o siendo peor pensados, porque la hoja de ruta trazada, poco confesable, se haya desmoronado simultáneamente a la Operación Newcoval. Queda una tercera opción, que sería valorar, simplemente, la ineficacia de quienes en su día (no sabemos bien por qué ni por quién) fueron puestos al frente de dicha Fundación; aunque obviamente, esta tercera opción la descartamos conociendo lo preclaro de las personas en cuestión y sus intachables trayectorias políticas y empresariales. El tono irónico en la lectura es opcional, según creencias del lector.
Nos hallamos ahora en una encrucijada del camino donde la Generalitat ha de elegir la nueva vía a seguir. El sacar de la chistera (milagroso efecto que, paradójicamente, no interfiere en los presupuestos destinados a sanidad, servicios sociales, educación, etc.) cinco millones de euros para alargar unos meses la toma de decisiones, no cambia el sentido ni la urgencia de lo que hay que decidir ya. Y como si de Google Maps se tratara, empecemos por poner el origen y el destino pretendidos para nuestra travesía y para nuestra Hoja de ruta.
Varios accionistas reclamamos en su día en Junta General (yo personalmente fui uno de ellos), a raíz de la ampliación de capital de 2009 y la suscripción mayoritaria de acciones por parte de la Fundación VCF con dinero público (de Bancaja, y con el aval de todos, repito, todos los valencianos), que se nos informara de la hoja de ruta a seguir y del «plan de viabilidad social» que se iba a desarrollar en paralelo al plan de viabilidad económica del que, por cierto, nunca más se supo. Nadie nos respondió. Puede ser porque no existiera en 2009 esa hoja de ruta, o siendo peor pensados, porque la hoja de ruta trazada, poco confesable, se haya desmoronado simultáneamente a la Operación Newcoval. Queda una tercera opción, que sería valorar, simplemente, la ineficacia de quienes en su día (no sabemos bien por qué ni por quién) fueron puestos al frente de dicha Fundación; aunque obviamente, esta tercera opción la descartamos conociendo lo preclaro de las personas en cuestión y sus intachables trayectorias políticas y empresariales. El tono irónico en la lectura es opcional, según creencias del lector.
Nos hallamos ahora en una encrucijada del camino donde la Generalitat ha de elegir la nueva vía a seguir. El sacar de la chistera (milagroso efecto que, paradójicamente, no interfiere en los presupuestos destinados a sanidad, servicios sociales, educación, etc.) cinco millones de euros para alargar unos meses la toma de decisiones, no cambia el sentido ni la urgencia de lo que hay que decidir ya. Y como si de Google Maps se tratara, empecemos por poner el origen y el destino pretendidos para nuestra travesía y para nuestra Hoja de ruta.
Origen: Una Generalitat con un compromiso económico avalado de 81 millones de euros, más los 5 ya desembolsados, correspondientes a un dinero que entró y se diluyó en las cuentas del Valencia CF de Llorente, pero que, birlibirloquescamente, pasa a transformarse, de deuda, en un mérito de gran gestión. Un VCF (omitimos conscientemente las siglas S.A.D.) despojado de sus mejores activos productivos, con una pérdida de aficionados de casi un 50 % (incluyendo la fantasmagórica lista de espera de 2008) y con una incierta trayectoria deportiva y presupuestaria. Sin hablar del fuerte quebranto social y de la toma de posesión del Consell en el Patronato, arrasando a todos los patronos que, dicho sea de paso, hace ya muchos meses que motu propio deberían haberse ido a sus casitas (o mansiones) con las orejas gachas.
Destino: Para la totalidad de los habitantes de la Comunidad Valenciana, valencianistas o no, el principal objetivo a conseguir sería evitar que una gestión desordenada, arrastrada durante años por los clubes de fútbol, suponga un perjuicio económico para las arcas del dinero común. Además, para una gran parte de ellos, los valencianistas, mantener, en la medida de lo posible una gestión deportiva, social y económica que ilusione al aficionado. Pues bien, al buscar en nuestro particular Google Maps nos aparecen dos itinerarios posibles pero absolutamente incompatibles y, lo peor, sin punto de retorno en ambos casos. Por ello hay que vigilar muy mucho que el camino que se elija para la hoja de ruta nos lleve, sin más sobresaltos, al fin deseado.
Una primera posibilidad podríamos considerarla como ruta corta: Vender la propiedad de las acciones a uno (o varios) inversores, recuperar la inversión, zanjar el riesgo avalado y cruzar los dedos y mirar hacia otro lado. «Tentadora solución. Pero cómo, cuándo, por cuánto y, lo más complicado€ ¿a quién? Opción inversor internacional, magnate ruso, árabe, hindú o chino€ o quizá uruguayo o costarricense. Un riesgo excesivo, pues aunque a la mente nos vienen en seguida los dos o tres ejemplos fiables de un presente glorioso (aunque un futuro incierto y lleno de incógnitas) que todos conocemos€ pero ¿cuántas decenas de ejemplos contrarios conocemos de clubs hundidos, arruinados, vejados, cambiados sus nombres y sus colores, trasladados de ciudad o incluso ya desaparecidos?» como se expone en el proyecto Savia Nueva.
Porque de la opción del magnate-jeque valenciano de Turís, Poble Nou o Puçol, ya experimentada en épocas pasadas, aunque recientes, y también impulsada por la Generalitat en su momento, mejor ni acordarnos. En cualquiera de los supuestos, y dada la visceralidad del mundo del fútbol, el coste político podría ser altísimo, y tan cercano como lo están, a muy pocas letras, la Hoja de Ruta del H. de P...
O bien ajustarnos al itinerario recomendado de nuestro singular Google Maps: el de la democracia. Democracia, bendita palabra al amparo de la cual elegimos, mediante la norma elemental de una persona=un voto, a estos representantes políticos que, casualmente, se encuentran ahora en la tesitura de poder privarnos en nuestro VCF de ese democrático don. ¿Que también nos podemos equivocar en una elección democrática? Indudablemente, si, pero para ello se articulan (véase al detalle el proyecto Savia Nueva) los mecanismos de control oportunos para que nunca, jamás, vuelva a suceder lo ocurrido en estos últimos años. Señor Fabra, señor Císcar, señor Buch, señor Castellá, ¿a qué temen?
Elegir la propuesta de Savia Nueva como su Hoja de ruta es la manera limpia, sencilla y sobre todo aséptica de dejar que el valencianismo se equivoque por si mismo en la elección democrática de sus dirigentes; porque ustedes, los políticos, no han cesado de errar en cada una de sus intervenciones sobre este asunto. Ustedes recuperen su dinero (nuestro dinero, el de todos los valencianos) aunque sea en varios años y déjenos organizarnos solitos. Y si no tienen del todo claro cómo hacerlo, estamos a su disposición para ayudarles. Pero la posibilidad que se les presenta ahora para dar la definitiva solución al problema del VCF y su nefasta SAD, como en el anuncio, no tiene precio Para todo lo demás, no sé si bastará con una simple MasterCard.
Una primera posibilidad podríamos considerarla como ruta corta: Vender la propiedad de las acciones a uno (o varios) inversores, recuperar la inversión, zanjar el riesgo avalado y cruzar los dedos y mirar hacia otro lado. «Tentadora solución. Pero cómo, cuándo, por cuánto y, lo más complicado€ ¿a quién? Opción inversor internacional, magnate ruso, árabe, hindú o chino€ o quizá uruguayo o costarricense. Un riesgo excesivo, pues aunque a la mente nos vienen en seguida los dos o tres ejemplos fiables de un presente glorioso (aunque un futuro incierto y lleno de incógnitas) que todos conocemos€ pero ¿cuántas decenas de ejemplos contrarios conocemos de clubs hundidos, arruinados, vejados, cambiados sus nombres y sus colores, trasladados de ciudad o incluso ya desaparecidos?» como se expone en el proyecto Savia Nueva.
Porque de la opción del magnate-jeque valenciano de Turís, Poble Nou o Puçol, ya experimentada en épocas pasadas, aunque recientes, y también impulsada por la Generalitat en su momento, mejor ni acordarnos. En cualquiera de los supuestos, y dada la visceralidad del mundo del fútbol, el coste político podría ser altísimo, y tan cercano como lo están, a muy pocas letras, la Hoja de Ruta del H. de P...
O bien ajustarnos al itinerario recomendado de nuestro singular Google Maps: el de la democracia. Democracia, bendita palabra al amparo de la cual elegimos, mediante la norma elemental de una persona=un voto, a estos representantes políticos que, casualmente, se encuentran ahora en la tesitura de poder privarnos en nuestro VCF de ese democrático don. ¿Que también nos podemos equivocar en una elección democrática? Indudablemente, si, pero para ello se articulan (véase al detalle el proyecto Savia Nueva) los mecanismos de control oportunos para que nunca, jamás, vuelva a suceder lo ocurrido en estos últimos años. Señor Fabra, señor Císcar, señor Buch, señor Castellá, ¿a qué temen?
Elegir la propuesta de Savia Nueva como su Hoja de ruta es la manera limpia, sencilla y sobre todo aséptica de dejar que el valencianismo se equivoque por si mismo en la elección democrática de sus dirigentes; porque ustedes, los políticos, no han cesado de errar en cada una de sus intervenciones sobre este asunto. Ustedes recuperen su dinero (nuestro dinero, el de todos los valencianos) aunque sea en varios años y déjenos organizarnos solitos. Y si no tienen del todo claro cómo hacerlo, estamos a su disposición para ayudarles. Pero la posibilidad que se les presenta ahora para dar la definitiva solución al problema del VCF y su nefasta SAD, como en el anuncio, no tiene precio Para todo lo demás, no sé si bastará con una simple MasterCard.
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