Joan Carles Martí
El gran misterio del fútbol es la incapacidad manifiesta de sus dirigentes. Con gestores sobrevalorados en su responsabilidad, y sobre todo en sus sueldos, el espectáculo ha seguido gracias a los jugadores. El Valencia ha sufrido en sus carnes la ineptitud de la UEFA. No hacía falta ser analista de la CIA para saber que el conflicto ucraniano degeneraría en violencia, así que el VCF hace un mes propuso a los orondos ejecutivos del balompié europeo disputar los dos partidos de la eliminatoria en Mestalla. Pero como en Nyon el único escenario que seduce a sus funcionarios es el nocturno, no estaban dispuestos a perderse una excursión a Kiev, pese al caos. En un partido continental, la UEFA suele enviar días antes del encuentro una delegación de entre quince a veinte personas. El club local corre con todos los gastos, y todos pretenden quedar muy bien. Sólo así se entiende el despropósito que vivió ayer el Valencia. Hasta que el presidente de Ucrania decretó hoy como día de duelo, con la consiguiente prohibición de eventos deportivos, la UEFA insistía que el equipo volara al infierno de Kiev. Obvió la razonable petición valencianista de evitar el desplazamiento e incluso ninguneó al Dinamo, que tal como reconoció su presidente, Ihor Surkis, les dieron tres cuartos de hora para ofrecer un estadio fuera de Ucrania. Aunque siempre hay que huir del victimismo, el trato que ha recibido el Valencia nunca se hubiera dado con el Real Madrid, ni el Barcelona.
El partido será distinto después del desacierto «uefero». Los cientos de quilos de ropa de abrigo del Valencia se quedarán en los baúles y las horas de desasosiego en el aeropuerto pasarán factura a los blanquinegros. Sólo queda confiar que los futbolistas que salten esta tarde en el estadio de Nicosia sean capaces de reconciliarnos con el fútbol y olvidarnos de esa banda que comanda Platini en la UEFA. Más maligna que la entrañable Banda del Empastre, que han paseado el nombre de Catarroja y de Valencia con auténtica dignidad. Por cierto, el 2014 es «l'Any de l'Empastre».
El partido será distinto después del desacierto «uefero». Los cientos de quilos de ropa de abrigo del Valencia se quedarán en los baúles y las horas de desasosiego en el aeropuerto pasarán factura a los blanquinegros. Sólo queda confiar que los futbolistas que salten esta tarde en el estadio de Nicosia sean capaces de reconciliarnos con el fútbol y olvidarnos de esa banda que comanda Platini en la UEFA. Más maligna que la entrañable Banda del Empastre, que han paseado el nombre de Catarroja y de Valencia con auténtica dignidad. Por cierto, el 2014 es «l'Any de l'Empastre».
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