Al final, la UEFA dio señales de vida. Y no es que estuviera desaparecida, parada, aletargada, muda o en coma profundo. Al contrario, su actividad es incesante. Pero el suyo es un quehacer burocrático, administrativo y, sobre todo financiero. O sea, muy poco vitalista. Como órgano de gobierno del fútbol europeo, es una institución muy alejada de la vida, de los quehaceres y las inquietudes de los ciudadanos del Viejo Continente.
La UEFA „y la FIFA, y ya no digamos la FEF o incluso la propia LFP„ permanecen ensimismadas, encerradas en su propio caparazón, ocluidas en su funcionamiento interno. Observado su funcionamiento a distancia, cualquier observador imparcial concluiría que son autistas. El mundo que les rodea va por un lado y ellas, por otro. Siempre a la suya. Sus dirigentes, fieles a la tradición, detentan un poder absoluto, único en el mundo, al margen de cualquier otra jurisdicción. Y tratan de mantener su privilegiado «status» aunque sea a costa de vivir de espaldas a la realidad que les envuelve. Es más, ante la tesitura de tener que aceptarla y adecuarse a sus exigencias, optan por negarla.
Los gobernantes deportivos, defienden la teoría de que el fútbol „el deporte„ está por encima del bien y del mal, es independiente de cualquier otra consideración social, humana, cultural y, por supuesto, política. En general, casi todos los gobiernos deportivos, desde el COI a los directivos de un club de tercera regional, pugnan por mantener su actividad al margen de la política. Es más, la aborrecen. A parte de confundir lo que es el partidismo con la inevitable politización de cualquier acto humano, por inocuo que parezca, lo que pretenden es convertirse en un contrapoder el que nadie pueda controlar, así sea la ONU o el mismísimo Papa de Roma.
De manera que los gobiernos deportivos, desde el más elemental al de mayor rango, puedan tomar decisiones sin que nadie les fiscalice ni controle sus decisiones, por mucha trascendencia social que posean. Solamente la Comisión Europea ha plantado cara a la UEFA y trata de que adapte sus normas y directrices „fundamentalmente laborales„ a la legalidad vigente en la Unión.
Ya se sabe que el poder es arbitrario por naturaleza. Y cuanto más absoluto sea, más caprichoso se trona. A este respecto, he aquí algunos ejemplos de despotismo deportivo: Contra toda lógica, la FIFA elige Qatar para disputar un mundial a 40º. La UEFA se empecina en evadirse de la realidad y hasta última hora no rectifica y cambia de escenario el partido de anoche. La LFP, sin ningún argumento de peso, modifica el horario de los partidos, entre ellos el Rayo-Valencia, para acceder a los deseos del Villarreal. (Se nota que la mano de Fernando Roig llega más lejos en Mediapro, que la de Amadeo Salvo en la Liga; allí controla Javier Gómez que, como es del otro bando, su mando le sirven de muy poco al VCF). Son, en definitiva, resoluciones arbitrarias, propias de un poder absoluto, como el que ostentan, usurpado, la mayoría de los gestores que rigen el deporte, ya sea aquí o en Sebastopol.
http://www.levante-emv.com/deportes/2014/02/21/uefa-autista-lfp-arbitraria/1082301.html
La UEFA „y la FIFA, y ya no digamos la FEF o incluso la propia LFP„ permanecen ensimismadas, encerradas en su propio caparazón, ocluidas en su funcionamiento interno. Observado su funcionamiento a distancia, cualquier observador imparcial concluiría que son autistas. El mundo que les rodea va por un lado y ellas, por otro. Siempre a la suya. Sus dirigentes, fieles a la tradición, detentan un poder absoluto, único en el mundo, al margen de cualquier otra jurisdicción. Y tratan de mantener su privilegiado «status» aunque sea a costa de vivir de espaldas a la realidad que les envuelve. Es más, ante la tesitura de tener que aceptarla y adecuarse a sus exigencias, optan por negarla.
Los gobernantes deportivos, defienden la teoría de que el fútbol „el deporte„ está por encima del bien y del mal, es independiente de cualquier otra consideración social, humana, cultural y, por supuesto, política. En general, casi todos los gobiernos deportivos, desde el COI a los directivos de un club de tercera regional, pugnan por mantener su actividad al margen de la política. Es más, la aborrecen. A parte de confundir lo que es el partidismo con la inevitable politización de cualquier acto humano, por inocuo que parezca, lo que pretenden es convertirse en un contrapoder el que nadie pueda controlar, así sea la ONU o el mismísimo Papa de Roma.
De manera que los gobiernos deportivos, desde el más elemental al de mayor rango, puedan tomar decisiones sin que nadie les fiscalice ni controle sus decisiones, por mucha trascendencia social que posean. Solamente la Comisión Europea ha plantado cara a la UEFA y trata de que adapte sus normas y directrices „fundamentalmente laborales„ a la legalidad vigente en la Unión.
Ya se sabe que el poder es arbitrario por naturaleza. Y cuanto más absoluto sea, más caprichoso se trona. A este respecto, he aquí algunos ejemplos de despotismo deportivo: Contra toda lógica, la FIFA elige Qatar para disputar un mundial a 40º. La UEFA se empecina en evadirse de la realidad y hasta última hora no rectifica y cambia de escenario el partido de anoche. La LFP, sin ningún argumento de peso, modifica el horario de los partidos, entre ellos el Rayo-Valencia, para acceder a los deseos del Villarreal. (Se nota que la mano de Fernando Roig llega más lejos en Mediapro, que la de Amadeo Salvo en la Liga; allí controla Javier Gómez que, como es del otro bando, su mando le sirven de muy poco al VCF). Son, en definitiva, resoluciones arbitrarias, propias de un poder absoluto, como el que ostentan, usurpado, la mayoría de los gestores que rigen el deporte, ya sea aquí o en Sebastopol.
http://www.levante-emv.com/deportes/2014/02/21/uefa-autista-lfp-arbitraria/1082301.html
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